Resumen del artículo

Hipertensión arterial en enfermedad renal crónica

Lodolo, M. J. y Forrester, M.

La hipertensión arterial (HTA) es la segunda causa más importante de enfermedad renal crónica (ERC)
después de la diabetes mellitus y su prevalencia está inversamente relacionada con la tasa de filtrado
glomerular (TFG)20. Tal es así, que la presencia de una TGF reducida o de proteinuria son también potentes
predictores de desarrollo de enfermedad renal terminal (ERT) a largo plazo. La presencia de ERC se asocia
con un elevado riesgo cardiovascular3: la hipertensión empeora la enfermedad renal y ésta última, a su
vez, dificulta el control de la presión arterial; por lo tanto, esta interacción podría verse como un complejo
círculo vicioso que se ha convertido en un grave problema a tratar de la salud pública, por su creciente
prevalencia, elevados costos y alta morbimortalidad. Hoy en día el tratamiento de la hipertensión arterial
desempeña un papel central en el tratamiento de ERC, incluso en aquellos pacientes con ERT. El tratamiento
no farmacológico de la hipertensión incluye la restricción de sodio en la dieta, el cese del hábito tabáquico,
descenso de peso, realización de actividad física y además, para la población de diálisis, el mantenimiento
de un peso seco adecuado y el control del metabolismo mineral. A pesar de los mejores esfuerzos
efectuados, los métodos no farmacológicos por sí solos resultan insuficientes para controlar la hipertensión
en esta población. Por tanto, el manejo de la hipertensión en la ERC es un problema común e importante
tanto como para pacientes y profesionales. El objetivo de esta revisión es examinar la farmacología clínica
y las indicaciones para el uso de los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y los
bloqueantes de los receptores de angiotensina II (ARA), resaltando los beneficios por su efecto sobre la
presión arterial y la proteinuria, además de ofrecer sugerencias para controlar sus principales efectos
adversos, destacándose entre ellos, la disminución de la función renal y la hipercalemia.

Arterial hypertension (AHT) is the second most important cause of chronic kidney disease (CKD) after
diabetes mellitus and its prevalence is inversely related to the glomerular filtration rate (GFR). So
much so that the presence of a reduced TGF or proteinuria are also powerful predictors of long-term endstage
renal disease (ERT) development. The presence of CKD is associated with a high cardiovascular risk3:
hypertension worsens kidney disease and the latter, in turn, makes it difficult to control blood pressure;
therefore, this interaction could be seen as a complex vicious circle that has become a serious problem
to deal with public health, due to its increasing prevalence, high costs and high morbidity and mortality.
Nowadays the treatment of hypertension plays a central role in the treatment of CKD, even in those patients
with ERT. The non-pharmacological treatment of hypertension includes the restriction of sodium in the diet,
the cessation of smoking, weight loss, physical activity and also, for the dialysis population, the maintenance
of an adequate dry weight and the control of mineral metabolism Despite the best efforts made, nonpharmacological
methods alone are insufficient to control hypertension in this population. Therefore, the
management of hypertension in CKD is a common and important problem for both, patients and professionals. The objective of this review is to examine the clinical pharmacology and indications for the
use of angiotensin-converting enzyme inhibitors (ACEI) and angiotensin II receptor blockers (ARBs), highlighting
the benefits due to their effect on pressure. arterial and proteinuria, in addition to offering suggestions to
control its main adverse effects, highlighting among them, decreased renal function and hyperkalemia.




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